¡Oh Dios mío, Trinidad Santa!, yo quiero amarte
y hacerte amar y trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando
las almas que están en la tierra y liberando a las que sufren en el purgatorio.
Deseo cumplir perfectamente tu Voluntad y alcanzar el grado de gloria que Tú me
has preparado en tu Reino. En una palabra, quiero ser santa. Pero siento mi
impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad.
Ya que me has amado hasta darme a tu Hijo Único para
que fuese mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son
míos; te los ofrezco gustosa y te suplico que no me mires sino a través de la Faz
de Jesús y en su Corazón abrasado de Amor.
Te ofrezco también todos los méritos de los Santos
(de los que están en el Cielo y de los que están en la tierra), sus actos de
amor y los de los Santos Ángeles. Y, por último, te ofrezco, ¡oh Santa
Trinidad !, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida;
a ella le confío mi ofrenda, pidiéndole que te la presente. Su Divino Hijo, mi
Esposo amadísimo, en los días de su vida mortal nos dijo: « Todo lo que
pidáis al Padre en mi Nombre, os lo concederá». Por eso estoy segura de que
escucharás mis deseos. Lo sé, Dios mío, cuanto más quieres dar tanto más haces
desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y te pido, confiadamente, que
vengas a tomar posesión de mi alma. ¡Ay !, no puedo recibir la Sagrada
Comunión con la frecuencia que deseo pero, Señor, ¿no eres Tú Todopoderoso… ?
Quédate en mí como en el Sagrario, no te alejes nunca de tu pequeña hostia.
Quisiera consolarte de la ingratitud de los malos y
te suplico que me quites la libertad de desagradarte. Y si por debilidad caigo
alguna vez, que tu mirada divina purifique enseguida mi alma, consumiendo todas
mis imperfecciones, como el fuego que todo lo transforma en sí.
Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios
que me has concedido y, en especial, por haberme hecho pasar por el crisol del
sufrimiento. En el último día te contemplaré llena de gozo llevando el cetro de
la Cruz. Ya que te has dignado darme como lote esta cruz tan preciosa, espero
parecerme a Ti en el Cielo y ver brillar en mi cuerpo glorificado los Sagrados
Estigmas de tu Pasión.
Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar
de Ti en la Patria, pero no quiero acumular méritos para el Cielo, quiero
trabajar sólo por tu amor, con el único fin de agradarte, de consolar a tu Sagrado
Corazón y de salvar almas que te amen eternamente.
En la tarde de esta vida compareceré delante de Ti
con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras.
Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero
revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti
mismo. No quiero otro trono ni otra corona que Tú mismo, Amado mío.
A tus ojos el tiempo no es nada y un solo día es como
mil años. Tú puedes, pues, prepararme en un instante para comparecer delante de
Ti.
A fin de vivir en un acto de perfecto amor, yo me
ofrezco como víctima de holocausto a tu Amor misericordioso, y te suplico que
me consumas sin cesar, haciendo que se desborden sobre mi alma las olas de
ternura infinita que se encierran en Ti y que, de esa manera, llegue yo a ser
mártir de tu amor, Dios mío.
Que este martirio, después de haberme preparado para
comparecer delante de Ti, me haga, por fin, morir y que mi alma se lance sin
demora al eterno abrazo de tu Amor Misericordioso.
Quiero, Amado mío, renovarte esta ofrenda con cada
latido de mi corazón y un número infinito de veces, hasta que las sombras se
desvanezcan y pueda yo decirte mi amor en un cara a cara eterno.
María
Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
Fiesta
de la Santísima Trinidad
9 de
junio del año de gracia de 1895