VIDA EUCARÍSTICA



“Allí, en el Sagrario y en el Altar, el Hermanito aprenderá a amar”.

Para cada Hermanito de la Fraternidad contemplar la Eucaristía será recordar esas palabras que dirigió Jesús a sus discípulos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. El Hermanito sabrá que la Promesa más hermosa, la tiene a un metro de él, en el Sagrario: la Santa Eucaristía.

El Hermanito sabrá que sin la Eucaristía está muerto, se seca, se deshumaniza, se descristifica. Sabrá que sin Eucaristía no hay santidad. La Eucaristía va cristificando al Hermanito y sanando su memoria, inteligencia y voluntad. Sabrá que su mayor fuente de sanación será contemplar a Jesús Sacramentado. Todo un Dios contemplándome en una cita de amor.

Así como la Iglesia vive de la Eucaristía (Ecclesia de Eucharistia, Juan Pablo II), el Hermanito vivirá de la Eucaristía; se santificará en la contemplación de la Eucaristía; aprenderá a amar con la Eucaristía; servirá desde la Eucaristía y adquirirá “firmeza en el Espíritu” desde la Eucaristía.

El Hermanito tomará conciencia de la cristificación paulatina que se produce en la comunión, como lo dijo San León Magno en el Sermón XII sobre la Pasión: “Nuestra participación en el Cuerpo y Sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en Aquello que comemos”. Esto es, el Hermanito y todo cristiano al comer y beber el Cuerpo y Sangre de Cristo se harán concorpóreos y consanguíneos con Él, como lo expresaba San Cirilo de Jerusalén en sus Catequesis Mistagógicas: “… entrarán así los cristianos en las Bodas del Cordero que han sido sellados con su Sangre…”. En esas Bodas Místicas los cristianos, a ejemplo de los esposos, serán una sola carne con el Señor y un solo Espíritu con Él (cf. I Col 6,17).


Es por Amor que el Señor se quedó enteramente en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las “especies eucarísticas”. Cada Hermanito será amor en el Corazón de su Madre Iglesia unido estrechamente a la Eucaristía, que es una locura de Amor. La Eucaristía, Misterio de Amor, le enseñará “ocultamente” a conocer en profundidad su vocación. Su vocación nace de la Eucaristía y culmina en la Eucaristía.


“Mi Señor Jesús, ¡Tú estás en la Santa Eucaristía! ¡Tú estás ahí, a un metro de mí, en ese Tabernáculo! Tu Cuerpo, tu Alma, tu Sangre y tu Divinidad. ¡Tu Ser está ahí enteramente, en su doble naturaleza! ¡Qué cerca, Dios mío, mi Salvador, Jesús mío, mi Hermano, mi Esposo, mi Amado! Cuando se ama, ¿no encontramos perfectamente empleado todo el tiempo pasado al lado del Amado? ¿No es éste el tiempo mejor empleado?”. (Beato Carlos de Foucauld; Retiro de Nazareth, noviembre de 1897)

Así nos daremos a los demás en la medida que seamos profundamente eucarísticos. No por mera filantropía o sentimentalismo religioso, sino por Amor a la Encarnación.

La oración

La Fraternidad tendrá como único modelo de oración a Nuestro Señor Jesucristo sumergido en Nazareth y oculto bajo la mirada de su Abba. En la oración los Hermanitos aprenderán a amar cristificando su corazón. En este camino de oración tendrán conciencia de que están en una Escuela de Amor, una escuela diaria en donde cada día entrarán en diálogos amorosos con la Santísima Trinidad.

Los Hermanitos creerán que en la oración el León de la Tribu de Judá sigue triunfando sobre los poderes del mal y sigue infundiendo el poder de su Resurrección. Orando aprenderán a vivir como resucitados y allí, en la oración, podrán descubrir la Voluntad de Dios. Allí abrirán sus corazones como flores en la primavera ante la mirada del Padre.


El secreto de la santidad será un corazón orante, que no le ha escatimado ni una sola palabra a su Señor. Irán a orar como la cierva busca las corrientes de agua para saciar la sed de su alma. Sabrán que allí está la fuente en donde manan todas las gracias.

La oración se convertirá en un diálogo de amor, de corazón a corazón, así como dice Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada al Cielo, un grito de agradecimiento y de amor”.

Siguiendo la espiritualidad de Teresita de Lisieux sabrán claramente que orarán porque Dios quiere ser amado. Nuestro Buen Dios tiene sed de amor y le viene a pedir al Hermanito dos cosas:

- Que le dé de beber con sus pequeñas miradas.
 -  Que junte en Él (como un cáliz de barro pobre y miserable) las gotas despreciadas que caen al suelo, sin que nadie ni siquiera las mire, y brotan de la profundidad de su corazón.

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y no has querido!”. (Mt 23,37)

Increíblemente, es la Fuente la que busca al sediento. El Hermanito evitará ser una cisterna seca del desierto: “…me han abandonado a mí, fuente de agua viva, para excavarse aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua…” (Jr 2,13).


La oración del Hermanito será una oración de comunión, intercesión y expiación por el mundo. En la oración hará un apostolado silencioso por la humanidad, permaneciendo como Iglesia arrodillada. Aportará así su granito de arena siendo un vértice minúsculo del Cristo Total.