CARISMA


El deseo más profundo de esta Fraternidad es:

“SER AMOR EN EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE, LA  IGLESIA”

Este amor será vivido en el ocultamiento de la vida de Nazareth y en la vida alegre y fraternal de Jesús en Nazareth. Seremos contemplativos, a la manera de Jesús en Nazareth, reproduciendo sus treinta primeros años en un apostolado oculto donde santificó el momento presente con un amor extraordinario.

La  Fraternidad vivirá el carisma contemplativo en dos dimensiones que reflejan dos profundos sentimientos de Jesús:

         Vida oculta de Jesús en Nazareth
         Vida alegre y fraternal de Jesús

Ambas dimensiones serán vividas conforme a nuestra espiritualidad en clave de vida eucarística, vida mariana y vida infante.

Vida oculta de Jesús en Nazareth

Ocultamiento de Nazareth

Los Hermanitos de la Fraternidad tendrán como único modelo y estilo de vida a Jesús en su vida oculta de Nazareth. Nunca olvidaremos que el Amor crece en lo profundo del ocultamiento. Seremos contemplativos hasta la médula, no al estilo monacal tradicional, viviendo la imitación del ocultamiento y abyección de Jesús en Nazareth. Reproduciremos y nos adentraremos en sus treinta primeros años que los pasó ocultamente alegre entre los suyos, viviendo como apostolado oculto el ser irradiación desde la vida ordinaria.

Los Hermanitos serán contemplativos en lo ordinario, como la Sagrada Familia, y ninguna actividad ordinaria por más insignificante que parezca estrechará el espíritu de contemplación. Nos enterraremos en lo ordinario, sabiendo que santificando el momento presente daremos amor “gotita a gotita” a toda la Madre Iglesia.


Se imitará a Jesús obrero en Nazareth, quien unía cada latido de su corazón y su martillo a la Voluntad amorosa del Padre. Se vivirá entonces el trabajo ordinario con un amor extraordinario, como Jesús que vivió como un artesano más. En este acto de amor abyecto el Hermanito volcará su vida pobre e imperfecta en las manos del Padre: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que Tú quieras” (Beato Carlos de Foucauld).

Seremos simplemente una presencia contemplativa simple y sencilla que nos unirá muy ocultamente a toda la Madre Iglesia en la santificación del momento presente, sabiendo que el Amor lo engrandece todo.

El Hermanito, cada día, en la bienaventurada y amorosa monotonía volverá a su ciudad de Nazareth para crecer, fortalecerse y llenarse de sabiduría… será un anawin más, un pobre de espíritu que se santificará en la vida ordinaria. Rechazará libre y voluntariamente otra ciudad que no sea Nazareth.

Permaneciendo en Nazareth, aún en medio de la angustia y del tedio de su corazón, contemplará y se unirá al Jesús oculto. Unirá su aparente monotonía de la vida diaria a su Acto de Ofrenda y así podrá, como frágil y pequeña alma, fortalecer a su Madre Iglesia en un acto de pequeño amor, sobre todo en los días donde no hay luz en el éxodo de su corazón. El Hermanito sabrá que Nazareth es vivir en un oasis de paz y sabrá a sí mismo que los oasis se hallan en medio del desierto.

Abyección

Los Hermanitos vivirán su despojamiento en la abyección como el eje de su vida pobre. Esta abyección consiste en:

- Imitar la sencillez de Jesús, que vivió como uno más en medio de los suyos; no brilló, no quiso sobresalir, no buscó el primer lugar, se escondió por treinta años a la mirada del mundo, fracasado y desperdiciado a los ojos humanos pero crecía por dentro, irradiaba en lo oculto bajo la vida abyecta y sencilla de Nazareth.

- Imitar los deseos de Jesús, que vivió en plenitud de amor el día de hoy, santificando el momento presente, sin otro deseo que hacer la Voluntad de su Padre con cada latido de su corazón.

Imitar las intenciones de Jesús, que vivió sin doblez, hipocresía, respeto humano, ilusiones vanas, sino con un corazón puro, con intenciones rectas y verdaderas, nobles y bellas. Te harás abyecto cuando las intenciones sean simples, rectas, verdaderas, buenas y bellas sin ápice de gusto humano o meramente egoísta

 - Imitar el amor de Jesús, quien vivió oculto por amor, no se escondió ni se separó, ni se amuralló, sino que se ocultó, así como la Eucaristía en el Sagrario, oculta pero radiante, pequeña pero amorosa.

Trabajo manual

Los Hermanitos trabajarán con sus manos para ganarse el alimento de cada día. Serán aprendices de artesanos, así como Jesús aprendió en su infancia y en su adolescencia. Así tendremos dos fuentes de manutención: nuestro trabajo manual y aceptar agradecidos lo que la mano misericordiosa y providente haga llegar a nuestras Hogueras (casas).

La única y exclusiva motivación de nuestro trabajo será imitar la vida oculta de Jesús en Nazareth, que vivió sepultado en su taller como un pobre obrero más, pero uniendo cada latido de su corazón y golpe de su martillo a la Voluntad Amorosa de su Abba.


¡Qué hermosos diálogos de amor existirían entre el Padre y el Hijo en el Espíritu mientras cepillaba las tablas y clavaba los clavos en el taller de San José! Trabajo ordinario con un amor extraordinario, de ahí la esencia del trabajo, un acto continuo de amor. Si trabajo es porque amo y quiero unirme a mi único modelo que es mi Señor, mi hermano y mi amigo: Jesús de Nazareth. Se trabajará silenciosamente, imitando a la Sagrada Familia.


Los Hermanitos trabajarán en oblación; con un amor entregado y doliente; llevarán en su corazón todo el amor despreciado en el mundo; serán cálices de barro frágiles y miserables en manos de María; en sus trabajos recordarán las palabras de Santa Teresita: “Hace más bien a la Iglesia un alfiler recogido del piso con amor que mil predicaciones de misioneros”.


Los Hermanitos trabajarán para cubrir en lo posible las necesidades de sus hermanos, es decir, no se trabajará para la comunidad como algo etéreo y desencarnado, sino que se hará concretamente y de todo corazón por cada hermano. Si trabajo es para alimentar a mi hermano, así lo amaré y consolaré: “No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc17,10b).

Vida alegre y fraternal de Jesús

La Fraternidad Mariana de Teresita de Lisieux vivirá con sentido profundo la vida de auténtica familia, reproduciendo en sus casas la alegría de Jesús y el amor mutuo de la Sagrada Familia. La casa religiosa será un lugar amistoso en donde nos alegraremos de ser hermanos, no sólo compartiendo el Nazareth de cada hermano, sino el Calvario de sus miserias y limitaciones. Antes de ser religiosos aprenderemos a ser cristianos y buenas personas.